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martes, 25 de marzo de 2014

SUEÑOS DE TÁNGER (Jon Arretxe)





Por Sergio Vera Valencia

-¿Me pasas el pan, por favor?- digo un mediodía cualquiera, durante una comida cualquiera.
Al menos catorce subsaharianos han fallecido esta madrugada, cuando intentaban cruzar a nado la frontera de Ceuta –reza sin fe el presentador del noticiario.
-Toma- responde mi madre, sin inmutarse.
Ni ella, ni nadie.
¿Por qué íbamos a hacerlo?
 Estamos inmunizados, es el pan de cada día.
Sin embargo, cuando me marcho en busca de paz, la divina providencia quiere que durante la siesta en vez de con Morfeo, me tope con Sueños de Tánger.

Con una misteriosa joven que atraviesa las arenas de Bamako a lomos de una moto desvencijada, tan joven, tan blanca, que solo puede ser un pájaro de mal agüero para una humilde familia como la de Issa.
Y con Mohammed, un elegante limpiador de basura magrebí enviado a Tánger por los servicios secretos españoles para atajar el problema de la inmigración ilegal.
Y con Monés, un doctorado por la Universidad de la calle, que tan pronto ejerce de falso guía como de verdadero tullido, con tal de sacar unos dinares.
Y con Fátima, una bella marroquí que lo perdió todo junto con la virginidad, que cada noche vende lo único que le queda, para que cada mañana su hija tenga algo que llevarse a la boca.
Y con Moussa, uno de tantos africanos que malvive cerca de la frontera a la espera de que un golpe de suerte o de mar termine con su agonía.
Y sobre todo, con el Zoco Chico, el corazón de Tánger, el alma de la novela. Con sus cafés abarrotados de turistas, sus callejas atestadas de miseria, sus discotecas ahítas de depravación y sus miradores rebosantes de sueños.

Con estos mimbres Jon Arretxe urde una ágil y demoledora novela coral que se engulle en dos sentadas, pero se indigesta durante semanas. Una cruda y amarga historia de perdedores imaginarios, pero más veraz que cualquier crónica periodística.  Un gran ejemplo de la potencia y compromiso que caracterizan la obra de uno de mis mayores descubrimientos del 2013, y de porqué la ficción criminal es la literatura social del siglo XXI.
Inmejorable para viajar sin salir de casa.
Imprescindible para conocer la verdad tras los titulares.
Para que vuelva a atragantársenos el pan de cada día.
Para que no podamos seguir yendo en paz.


Es justo y necesario.

domingo, 16 de marzo de 2014

612 Euros- Jon Arretxe



Por Sergio Vera Valencia, coordinador del club de novela criminal las Casas Ahorcadas



Pregunta de trivial: ¿Qué fue antes, el trauma o la gabardina?
En cristiano, ¿por qué son tan lloricas los detectives? ¿Es que no les dan el título sin el visto malo del psiquiatra?
Y mira que no lo entiendo. De verdad que no. No entiendo por qué tanta melancolía, si suelen pillar a los más malos y cepillarse a las más buenas, mientras nosotros (yo, al menos), tragamos mierda a cucharadas sin comernos un colín, y no por ello nos hemos dado al Tranquimazin o la botella.
Y no, no me vale que es porque no tienen donde caerse muertos, ¿Porque quién  tiene para mausoleos, en estos tiempos en que un mileurista  parece un multimillonario?
En serio, ¿no empezáis a estar un poco hasta las gónadas de tanto huelebraguetas deprimido y deprimente con la que está cayendo?

En ese caso, tengo la solución a vuestra detectivesca crisis de fe: 612 euros.
A ver, no  me miréis así, que yo tampoco tengo un puto duro. 612 euros es el título de la segunda entrega de la serie protagonizada por Touré, probablemente el detective más negro y privado de la breve pero intensa historia de la novela criminal ibérica.
 Tan negro como sólo puede serlo un burquinés, y tan privado, que no tiene agencia ni licencia.
 Y de armas, mejor ni hablamos, que las carga el diablo y lo de los negros es un mito.
Eso sí, un mito la mar de provechoso para el subsahariano, porque mientras muchos lugareños sostienen que el verdadero problema vasco es que en Euskadi sólo se pinchan aperitivos, este super(anti)héroe se verá asediado día y noche por blanquitas de toda clase y condición, que le permitirán darle una alegría al bolsillo y al cuerpo, sacándose un sobresueldo muchas veces mayor que el que este  hiperviviente con el “todo por la pasta” por bandera, consigue por ejercer un sinfín de oficios a cuál más disparatado, como toro de fuego, adivino o cantante de coro,  con los que apenas llega a fin de día.
 Sí sí, ni a fin de mes ni de semana, a fin de día, que muchas mañanas, cuando el brujo detective levanta el culo del colchón, no tiene un euro en el bolsillo, ni puta idea de conjuros con que invocarlos.
Mas, en un alarde de la proverbial paciencia africana, lejos de amargarse o compadecerse, este perdedor invencible que se gana al lector desde la primera página, derrocha siempre optimismo y sentido del humor (nada negro, por cierto), cuando tendría infinidad de motivos más para el desaliento que los taciturnos Marlowes de turno.

Y eso que le crecen los enanos, al pobre. Dos para ser exactos, dos familiares que no le resultan nada familiares, que no contentos con meter mano a su despensa, hacen otro tanto con  los pisos del vecindario.
Entre ellos, el de Marisa, un cruce entre momia y bruja, que contrata a Touré para recuperar una dentadura postiza, un consolador XXL y un libro de Abasolo, sin anticipo ni visos de VISA.

Por suerte, este bastardo entre Eduardo Mendoza y Daniel Pennac no estará solo, sino que contará con la inestimable ayuda de amigos como el sabio Osman, su compañero de piso patera,  Cristina, una bella y simpática ex-prostituta a la que no le importaría “hacerle un par de mulatillos”, Txema, un repartidor de libros y melopeas, o Davide, un pálido corista incapaz de vocalizar, mientras apatrulla incansablemente las calles de San Francisco.
Porque a un segundo del primer mundo, del Bilbao blanco, está el tercero, ese pequeño África  llamado San Francisco. El barrio más seguro de toda la ciudad, con sus bereberes y sus berebares, sus bazares chinos y sus peluqueros magrebíes, sus camellos negros y sus yonquis blancos, sus putas multicolores y sus clientes multivicios, y sus 19 cámaras de vigilancia que todo lo ven, pero que casi siempre miran hacia otro lado. Un ghetto a caballo (y nunca mejor dicho) entre un anuncio de Benetton y un programa de callejeros, tan violento, tan delirante como el Harlem de Chester Himes.
Un barrio que su autor, Jon Arretxe, conoce de primera mano y como la palma de la susodicha, porque las escribe con el corazón y desde el corazón del barrio. Y eso se nota y agradece. Mucho. Agotados como estamos de recorrer una y otra vez los mismos lugares comunes, los mismos San Franciscos.

En suma, una novela original, que aborda de forma desenfadada pero nada complaciente una realidad tan ajena y cercana como es la de los inmigrantes ilegales, gracias a un sin papeles con muchas papeletas para convertirse en uno de los personajes más entrañables de la historia del género patrio.

lunes, 10 de marzo de 2014

EL CANTO DEL CUCO. Robert Albright.

Por Guillermito “Black” Muñiz


No hay duda del auge actual de la novela negra a nivel mundial. Prueba de ello es que autores ya consagrados que no cultivaban nuestro querido género, se animan ahora a hacerlo. Un ejemplo es J K Rowling, la “ madre “ de Harry Potter, que firma la novela que nos ocupa con un alias, sabe Dios por qué.
Se trata de una novela enigma en toda regla.  En el Londres actual, una modelo famosísima y guapísima muere una gélida noche tras caer de la terraza de su casa. La investigación policial concluye que se trata de un suicidio, pero el hermano de la finada no lo tiene tan claro. Por eso contrata a un detective privado para ver si fue asesinada, y descubrir al malo en caso de que así fuera.
Dicho detective ( nuestro héroe ) se llama Cormoran Strike. Es joven aunque muy vivido, con una discapacidad y con una biografía familiar muy curiosa. Es listo, muy listo, y aunque no atraviesa su mejor momento personal sí atrae al lector. Resulta bastante creíble.
No puede faltar la ayudante-secretaria de la que el lector masculino se enamora al instante, y probablemente al femenino también le guste. Se llama Robin, como ese otro ayudante, varón en ese caso, del mejor de los superhéroes, aquel que recorría Gotham City por las noches. Una tía muy muy normal, sin aspavientos ni afectación, maravillosa por tanto.
Con ellos recorreremos Londres y conoceremos a todos los allegados de nuestra modelo, desde sus familiares a sus compañeras de profesión y amigas, sus vecinos,  su novio también famoso, un célebre modisto gay íntimo amigo de ella, otra amiga de extracto social diferente, y otros personajes de reparto ( chófer, vigilante, policía ) todos ellos bien construidos.
Yo creo que la novela cumple, para bien y para mal, con todos los tópicos del género. A mi juicio le sobra metraje, tiene una explicación final demasiado extensa a lo Poirot, y sus incursiones en la condición humana y social son muy de puntillas y no demasiado originales.
Pero está bien escrita (la autora conoce su oficio ), muy bien ambientada y los personajes bien construidos.
Además cumple con su obligación, que es conseguir que la trama te interese y te tenga en vilo, con pistas falsas y sospechosos varios. Yo sospeché lo que pasaba con el libro ya muy avanzado, pues aunque era una posibilidad, había otras igualmente posibles. Alguna de vosotras lo descubriréis mucho antes que yo, seguro.
Creo que os va a entretener, y eso no es poco.
No es de descartar que volvamos a ver a estos personajes en alguna otra aventura, supongo que firmada también con pseudónimo, sabe Dios por qué.

domingo, 2 de marzo de 2014

Con Franco esto no pasaba: la primera generación pata negra.

Por Sergio Vera Valencia, coordinador del club de novela criminal las Casas Ahorcadas (casasahorcadas.blogspot.com)

Sergio con Andreu Martin

Como mencionamos en la primera entrega de este breve repaso a la historia de la novela criminal española, durante el franquismo  fueron contados los autores patrios que se atrevieron a abordar el género con pretensiones verdaderamente testimoniales y literarias,  aunque las traducciones y los pastiches causasen furor en los kioscos del país.
Sin embargo, el  inesperado éxito cosechado por los primeros escarceos bibliocriminales de Pepe Carvalho en las postrimerías del franquismo pusieron de relieve como el género negro hacía posible lo imposible: conjugar calidad y ventas, compromiso sociopolítico y entretenimiento, alta y baja literatura.


        Juan Madrid                          Eduardo Mendoza      

                       Francisco González Ledesma    Jorge Martínez Reverte

No obstante, muchos parecen olvidar que Eduardo Mendoza jugó un papel igual de  importante que Montalbán en la redención criminal ibérica. No en vano, “La verdad sobre el caso Savolta” (1975) supuso el exilio de la experimentación técnica tan en boga durante el tardofranquismo y el retorno de la narración tradicional, constituyendo un hito fundamental dentro de la historia de la Literatura española en general, y la de género en particular. Por si ello fuera poco, un ya consagrado Mendoza terminó de desterrar los prejuicios  académicos hacia el negro, cuando echó mano de un anónimo detective con camisa de fuerza para satirizar la España de las últimas décadas, en novelas tan hilarantes como “El laberinto de las aceitunas” (1982) o “La gran aventura del tocador de señoras” (2001).
Por todo ello, no es de extrañar que a finales de los 70 y principios de los 80 surja la primera generación de patas negra. Un primer boom noir que tendrá su epicentro en las dos grandes urbes:
Madrid, gracias a la pluma de  dos periodistas que, ante la censura mediática que incluso en democracia imperaba en los periódicos, emplearon la ficción para hacer una crónica fiel de la Transición  en el Foro. Así, Jorge Martínez Reverte parió al periodista Gálvez, y Juan Madrid al antiguo policía Toni Romano, personajes cuyas desventuras llegan hasta nuestros días, pero que alcanzaron especial éxito y notoriedad a finales de los 70.
Pero sobre todo Barcelona, donde a Montalbán y Mendoza, no tardaron en  sumarse dos capos del crimen ibérico: Francisco González Ledesma y Andreu Martín. Un Ledesma que, tras 400 novelas de kiosco, dio a luz al inolvidable inspector Méndez, que en 1984 se alzó con el Planeta, y un Martín que sin duda es el autor más prolífico y todoterreno, habiendo perpetrado más de medio centenar de crímenes de todos los estilos y para todas las edades.
Mas, estos autores sólo son la punta del iceberg, porque la fecundidad creativa vino arropada por la editorial y, como suele decirse,  son todos los que están, pero no están todos los que son.

En suma, que la novela negra dio voz a una primera generación de criminales con voto, y grandes títulos a la de lectores, sentando las bases para la Roja, próximamente en este Centro de Interés.

 Títulos:

  • Juan Madrid: Huida al Sur, Adiós princesa y Hotel paraíso.
  • Eduardo Mendoza: El laberinto de las aceitunas, La aventura del tocador de señoras y La verdad sobre el caso Savolta
  • Andreu Martín: El blues de la Semana más negra, no pidas sardina fuera de temporada, la noche que Wendy aprendió a volar.
  • Francisco González Ledesma: Cinco mujeres y media  e Historia de mis calles.
  • Jorge Martínez Reverte: Gudari Gálvez.