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martes, 31 de mayo de 2016

UN FIN DE SEMANA PARA RECORDAR



Tranquilidad. No pienso hablar de fútbol. Este blog es negro, no blanco. Así que, esta entrada será de roja directa, porque no va a tocar balón… aunque vaya a tratar de Madrid.

Sobre la Feria del libro de Madrid.

Pero antes, rebobinemos: en nuestro último encuentro criminal, Víctor del Árbol me comentó que iría a firmar a la feria el primer fin de semana,  para ver si podíamos vernos allí. Y como aunque servidor esté parado desde el 1 de Mayo (sí sí, desde el día del trabajo, tiene cojones la cosa), no se quedará quieto mientras las piernas le respondan, aproveché la excusa para pasar un fin de semana por la capital en la casa de mi hermano Manzano. Un fin de semana, que como casi todos los que paso por el Foro, ha sido de lo más apretado. Para haceros una idea, ahí tenéis un resumen.

Viernes, 27 de mayo. Llego a Atocha a las 15: 10. Después de abrazar a Manzano y calzarle mi mochila con más libros que ropas, salimos a todo trapo en busca del restaurante donde nos espera Carlos Bassas a medio comer, porque su tren sale a las 17:30.

Yo que pensaba ponerme hasta las trancas de calamares, resulta que los primeros platos del menú son una mierda…. Y que no hay calamares. Me entra complejo de cateto a babor. Para disimular y hacerme el viajado, me pido un arroz tres delicias. Con dos cojones y más hambre que los pavos de Manolo. Un arroz tres delicias, que hace honor a su nombre, tiene montones de arroz y tres delicias contadas. Por qué no me traería la gallina bajo el brazo como Paco Martínez Soria?

Suerte que la conversación compensa la pitanza.

Y que el churrasco de segundo era cojonudo.

De repente, Bassas sale corriendo porque pierde un tren que sale una hora más tarde (aunque estamos a cinco minutos de la estación y se supone que está cojo). Con lo que me jode que me dejen a media comida….

Suerte que antes del café, su lugar lo ocupa (y mucho mejor, todo sea dicho) la simpatiquísima Yanet Acosta (que se ganó al camarero desde el minuto cero).

Y entre risas, novelas, consejos doctorales y amorosos, se nos hicieron las 19.30. Así que decidimos dejar la feria del libro para el domingo.

Porque el sábado por la mañana…. teníamos una cita.


 Teníamos una cita con el gran PGarcía.

PGarcía, para los que no estén aburridos de escucharme hablar de él (o sea, para los que no me conozcan), es el creador del mítico Gay Flower, un detective megafriki y ultrabizarro nacido hace nada menos que 40 años. Una serie que parodia los grandes sabuesos del hard-boiled americano que llegó a publicar seis entregas en la todopoderosa editorial Planeta a principios de los 80, pero que hoy en día ha sido olvidada por casi todos.

Pues bien, con cinco años de retraso (porque las preguntas llevaban preparadas desde el 2011) Manzano y yo acudimos a su casa el sábado por la mañana para entrevistarlo para Fiatlux…. ¡con mis seis libros de Gay Flower y una camiseta de las Ahorcadas!

Y aunque las expectativas eran altas (porque ya había hablado con PGarcía por teléfono y lo tenía en un pedestal), la charla las superó con creces.


 Fueron cerca de tres horas de hablar de lo humano y lo divino, de humor y novela negra, de agujeros negros (espaciales, no vayáis a pensar tan mal como yo), de religión, de política y hasta del Big Bang y la emotividad de las palabras. Todo un pozo de sabiduría y una impagable lección de inquietud intelectual (a pesar de sus 84 primaveras, el padre de Flower sigue al pie del cañón, estudiando y escribiendo más de cinco horas al día). Vamos, que si me estás leyendo, de muy mayor, me gustaría ser la mitad de joven que tú, Pe.

Ojalá puedas visitarnos el curso que viene, para demostrarlo.

Por la tarde, después de una paella para enmarcar…..interrumpimos la información, porque hubo fútbol, y ya dijimos que aquí no íbamos a hablar de fútbol.

Y el domingo, al fin, fuimos al Retiro.

Llevaba cuatro años sin pisar la feria del libro. Desde el día en que conocí a Víctor, allá por junio de 2012, cuando le propuse por primera vez que viniera a Cuenca. En aquel entonces, como él mismo reconoció, apenas firmó un par de ejemplares en toda la mañana. Por eso fue tan emocionante, que ahora nos confesara con satisfacción que a pesar de la lluvia y el partido, la tarde anterior había dedicado más de cien ejemplares.

Tras abrazarlo, felices de verlo feliz, Manzano y moi, pusimos rumbo a la caseta donde según había escuchado en la radio por casualidad, firmaba ejemplares Joel Dicker, que curiosamente, PGarcía había mencionado el día anterior, cuando dijo que La verdad sobre el caso Harry Quebert era la peor novela negra de la Historia.

Cuando estábamos a punto de llegar a la susodicha caseta, más que nada por si sonaba la flauta y podía llevarle un ejemplar firmado a Amparo, va precisamente Amparo y me llama para decirme que otro escritor que me gusta (un maestro llamado César Bona ) estaba en la caseta 157…..que precisamente era la misma de Joel Dicker.


Pero claro, tal y como esperábamos, la cola de Dicker era tamaño Nacho Vidal, y solo fui a que me firmara Bona. Cuando ya nos íbamos, Manzano me pregunta si no quería también el nuevo libro de Dicker. Yo le contesto que sí, pero que no estaba dispuesto a hacer esa cola (que daba la vuelta a la caseta). Entonces, va la dependienta y me dice que si quiero ella me lo trae dedicado.

Y así es como, por un cúmulo de casualidades (que yo escuchara la radio, que Amparo me llamase y que Manzano me preguntase si quería el libro de Dicker) conseguí dos ejemplares firmados del suizo por mi cara bonita.

Si lo llego a saber que era tan efectiva, no me mato a estudiar estos once años…

Cuando ya nos marchábamos, vimos a Leonardo Padura….solo. No había nadie. La caseta de Máster chef a reventar, Víctor Manuel sin parar de firmar y el último Premio príncipe de Asturias más solo que la una. Total, que allá que nos fuimos. Y allá que me compré otros dos libros, dejándome una sonrisa en la boca y un agujero en la cartera (más de 110 euros en apenas una hora).

Para no caer más en la tentación, le pedí a Manzano que saliéramos a toda prisa del recinto, y que no me dijera quien estaba firmando a menos que fuesen cheques en blanco. Que esto de los libros es una de las drogas más caras que hay.

Pero bueno, sarna con gusto no pica. Y no todos los días puedes hacerte con la firma de un superventas suizo y un superautor cubano.

Para poner el broche final a mi excursión y quitarme la espinita del viernes, hicimos una parada en “Brillante” para comernos un bocadillo de calamares a toda prisa (eso sí que es comida rápida, y no lo del MacDonald, porque en menos de quince minutos habíamos pedido, nos habían servido y nos lo habíamos zampado) y a las 15.10, exactamente dos días después de mi llegada entré por la puerta de Atocha rumbo a Cuenca.

Había sido un fin de semana breve pero intensísimo, repleto de grandes momentos, que muchos recordarán por el penalti de Juan Fran y el gol de Sergio Ramos, pero que yo no olvidaré gracias a PGarcía, Joel Dicker y Javier Manzano.

Gracias, hermano.

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